24 de febrero de 2011

Siempre, siempre

hay sol tras la tormenta. Hume decía que el hecho de que el sol lleve saliendo todos los días no justifica que mañana vaya a volver a hacerlo. Pero yo siempre he sido religiosamente supersticioso, contradictoriamente científico y muy muy tonto. Al fin y al cabo, no me ha ido mal del todo, ¿no?

"Después de un día malo siempre viene uno bueno", decía mi madre. Después del gris panzaburro se ven las mejores puestas de sol desde mi tendedero y sabes de sobra que, cuando quieras, estás invitada a verlas. Y no me negarás que después de una buena discusión es cuando saben más ricas las cañas, o los besos.

Hume dijo muchas cosas, como tantos otros. Y yo hubiera querido ser como él, o como tantos otros. Pero mi vida hubiera sido mucho más triste si tras cada mal día no hubiera tenido la certeza, aunque ilusoria, de que vendría un día bueno.


Because.

Es complejo, sin duda.
Nosotros no vemos los objetos, no vemos la realidad, ni siquiera se qué es "ver", es algo hueco, un sentido que carece de significado. Tus ojos, mis ojos, no son capaces de "ver".
La luz que se refleja en los objetos llega a tus retinas. Pero tu cerebro no capta la luz. Nosotros solo vemos la huella de la realidad, la sombra, el reflejo, la luz transformada en impulsos eléctricos de determinada intensidad y enviada a través del nervio óptico.



Pero qué es ver. A mis ojos llegan fotones de cuatrocientos nanómetros, y esos fotones, esa energía, la siento. Me toca. La luz queda prendada, enredada en mí. Pero yo no la veo. Sólo me toca, y entonces un impulso eléctrico recorre mis nervios. Y así veo un cielo azul. Pero no lo estoy viendo.

Lo estoy interpretando, o imaginando. Soy un ciego que escucha la descripción dada por su lazarillo.

Y eso me hace sentir impotente.

Porque yo no siento lo que existe, no percibo del todo la realidad.
Solo su huella.

Por qué una puesta de sol me hace sentir placer. O el brillo del sol en tu pelo, o el verde. ¿Es que acaso su luz, su energía tiene la frecuencia adecuada? ¿O es por la longitud de onda? ¿Qué energía hace que mi ojo me envíe la dosis perfecta, la cantidad justa de electricidad para hacerme llorar?

¿O no tiene nada que ver?

Y por qué cuando veo un cielo azul me entran ganas de llorar, eso nunca lo sabré.