10 de marzo de 2010

Manual de instrucciones.

Instrucciones para flotar.

Desde el comienzo de los tiempos, volar ha sido uno de los objetivos más perseguidos por el hombre. Ahí tienen a Da Vinci con sus pintorescos pero no mal encaminados artilugios, o a los hermanos Wright y sus eficaces aeroplanos. Pero sin duda nuestro deseo ha sido volar como lo hiciera un pájaro, pongamos un ruiseñor (por lo poético de su nombre). Así pues, ¿cómo lograr un vuelo, por corto que sea, sin utilizar ninguna maquinaria ni resultar físicamente dañado en el intento? ¿Cómo sería posible bailar en el aire con la sutileza y agilidad del ruiseñor?

Primeramente, tengamos en cuenta el hecho de que al ser un servidor varón, los experimentos realizados solo han sido científicamente testados en las carnes de un hombre. A la espera de poder demostrar la eficacia de mi método en mujeres (aunque se calcula que es altamente probable su validez con independencia del sexo), procederé a explicarlo desde la perspectiva propia, desde mi experiencia.

El método es simple, fácil y sencillo, pero requiere de material difíciles de conseguir.

Únicamente se necesita de una mujer, pero no una cualquiera. Ha de ser una de esas que te quitan un poco de aliento al pasar y se lo llevan consigo, como trenzado en el pelo. De esas que hacen que uno las mire con objeto de encontrar algo en el fondo de sus ojos sin éxito (aunque esta falta de éxito es placentera en tanto que insta a seguir dejándose absorber por su mirada). Ha de despertar en usted unas terribles e imperiosas ganas de juntar los labios con sus labios. Debe ser su motivo para madrugar por las mañanas o para no madrugar por las mañanas, para llegar pronto y para regresar tarde. Debe entrar en sus cánones de belleza, y es necesario que le alegre y le estremezca.

Pues bien, hasta aquí lo más difícil del camino. Una vez encontrada la condición necesaria y suficiente, el procedimiento es rápido.

Tan sólo es necesario que le mire, usted la mire, y ella le sonría. Con esto obtendrá un corto vuelo de entre quince y veinte segundos.

Para amantes del riesgo e inconformistas, existe la opción de juntar sendos labios (los de usted y los de ella) y con alguna contracción casi siempre inexplicable e involuntaria, logrará vuelos de varios minutos experimentando vertiginosos volteos y caídas en picado.

Nota del Autor: (Es posible que los que le vean no adviertan su vuelo y que sólo se trate de una sensación, pero puedo asegurarles que es realista a más no poder.)

N. del a. 2: (Puede que sus músculos faciales y corporales en general se relajen rápida y placenteramente, provocando síntomas visibles como tembleque o cara de estúpido)

13 de enero de 2010

Ira. Impotencia.




Ayer mismo me preguntaba cómo era posible que soldados de Kosobo fueran capaces de aplastar con sus botas a niños moribundos para no gastar munición. En teoría son seres humanos. Son de mi raza.

Me maravillaba también la capacidad de determinados gobiernos de ignorar el tráfico ilegal de menores de edad en Corea, por ejemplo, llegando a venderse niñas de catorce años con "el chochito fresco" por menos de un dólar.

Tampoco me dejaba de rondar la cabeza el tema de la CITES, la asociación de protección de la fauna. ¿Cómo es posible que por vender en el mercado negro ejemplares de Guacamayos Spix, de los que quedan menos de 100 ejemplares, sólo debas pagar 400 euros de multa... si te pillan?

Y yo me preguntaba si Dios existe. Decía Chico, si Dios existe, debe estar hasta los cojones de nosotros.

Somos el virus de este planeta. Somos su lastre. Somos el falso progreso que oculta bajo su brillante capa de oro la enorme montaña de mierda que supone nuestra civilización. Somos la hiena, la víbora. Somos el fósforo blanco que quema vivos a los iraquíes al caer de los flamantes F18, somos el napalm aflorando en las heridas. Somos el desecho de los gusanos y los peores de entre las ratas.

Y pensé que merecíamos un castigo.

Pero no ellos.





Ciertamente siempre son ellos. Siempre sufren los de siempre, golpean siempre a los mismos. La ira cae sobre aquellos que nunca hablaron, sobre aquellos que nunca existieron. Qué triste es que los mayores males azoten sistemáticamente a los pobres, pero cuánto más deplorable es el hecho de que sólo en estos casos nos acordemos de ellos.

Yo me preocupo por sacar tal o cual nota, por si le gusto a esta o aquella chica. Y al mismo tiempo un hijo saca de entre los escombros el cadáver de su madre. O un padre entierra lo que queda de sus hijos.

Únicamente en un país en el que ocho de cada diez personas no tienen ni medio euro al día para comer podrían morir tantos cientos de miles de desdichados por una catástrofe del calibre de las que en Japón sólo se lleva a siete personas.

Sólo en una región en la que aún no se han recuperado de dos tornados era posible sembrar de esta manera la destrucción y el caos.

Y yo aprieto los puños y grito, o me enfado, o pataleo. Pero yo estoy a medio planeta de distancia, al otro lado de un televisor LCD y en el primer mundo. Rabiando, pero a salvo.

Qué coño sabré yo.

Me pregunto si existe Dios. Y si existe, cuestiono su actitud frente a nosotros. Nuestra sociedad degenerada y podrida necesitaba un castigo.

Desde luego, no hay modo más CRUEL de castigarnos.



11 de enero de 2010

NIEVE



:D

Cinco horas revolcándome por la nieve con Farah me han sabido a poco. Creo que sólo me he tirado diez veces por la cuesta del De Madrid con mi trineo de cartón improvisado (Rosebud II).
Creo que no exagero al decir que hoy ha sido uno de los mejores días de mi vida.



Pares y juego.

El momento tenso viene después, cuando ella ya ha hablado, cuando has mostrado tus puntos débiles. Realmente, no sabes qué lleva, nunca. Así son las mujeres y por ello me fascinan. Así que, como he dicho, aquí llega lo difícil, lo inesperado. Sólo cuando se ponen las cartas sobre la mesa. Yo desnudo mi alma en un tapete y espero a que tú muestres tus bazas. Y entonces me miras, me juzgas y me matas. Únicamente puedo decir dos frases antes de que me sentencies bajando tus cartas. El dolor es mano sobre mí, pero no hay lugar ya para la cábala.

- Tengo pares y juego. Puedo acompañarte.